La literatura infantil forma nuestra personalidad
- Alma Espinosa
Lunes, Enero 12, 2015
Había una vez un mediador de lectura que reunió a un grupo de jóvenes y adultos para leerles en voz alta. No dudó en elegir el género. Estaba decidido a leerles el texto perfecto para que todos sin excepción pudieran “soltar la mano” y comenzar así su proceso de escritura. El género elegido fue: literatura infantil.
Al principio todos vieron con algo de desconcierto el libro ilustrado. Algunos creyeron que están muy grandes para esas historias, pero la mayoría entró en el juego inmediatamente y se dispuso a dejarse llevar por la imaginación. Soltó las amarras y se dejó ir.
¿Qué pasa con la literatura infantil? Las historias que escuchamos o leemos cuando somos niños nos forman, determinan nuestra personalidad. Nos muestran el bien y el mal, la importancia de las decisiones, los por qués de la vida, las responsabilidades, el ver por el otro, en fin.
Es preciso aclarar que la literatura infantil no es sinónimo de libros. En este tipo de literatura se incluyen las historias que escuchamos, que a través de los años perduraron hasta llegar a nuestros oídos y nosotros la seguimos contando. Esos cuentos, leyendas y todas las historias que nos acompañaron diariamente durante muchos años. Incluso, ahora las recuperamos al contarlas en la orilla de la cama o ante un grupo de niños boquiabiertos.
Gracias a la literatura infantil el proceso de escritura en los adultos fluye mejor. Después de una lectura de este género se siente que todo es posible; hay menos presión y más cosas por decir. No hay seriedad, ni formalismos académicos acartonados (no quiere decir que no se cumplan con las reglas de la escritura formal). Sobre todo, no hay una evaluación evidente. Lo único que hay es la necesidad de expresar por escrito lo que se tiene y quiere decir.
Pero, ¿qué motiva tal sensación? La calidad y calidez de los textos. Así eran los cuentos clásicos de los hermanos Grimm, de Andersen, Perrault. Ahora lo son así los actuales escritos por extranjeros y mexicanos, quienes toman muy en serio a su público. No buscan “educar” a través de los libros para niños, sino compartir sus vivencias de una manera tan cercana y creíble como la vida misma.
En la presentación de la edición conmemorativa de “El libro salvaje”, Juan Villoro recordó la dedicatoria de Sain-Exupéry en su novela más conocida: “El Principito”, en la que escribió que todos los adultos fueron niños pero la mayoría lo había olvidado. Por ello Villoro se propuso recuperar la infancia a voluntad en este y otros libros infantiles.
En aquella ocasión, ante el público reunido en la XXXV Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, Villoro reconoció que el público infantil tiene una gran exigencia lógica que debe combinarse con una amplia riqueza imaginativa. Además de decir que otro gran reto es hacer que los personajes merezcan la dicha de los finales felices, aseguró que la literatura infantil es una rama de la filosofía por las dudas que incentiva. Y son esas dudas las que nos hacen conocer el mundo, crecer, creer, madurar, decidir, elegir.
Fuente:

Al principio todos vieron con algo de desconcierto el libro ilustrado. Algunos creyeron que están muy grandes para esas historias, pero la mayoría entró en el juego inmediatamente y se dispuso a dejarse llevar por la imaginación. Soltó las amarras y se dejó ir.
¿Qué pasa con la literatura infantil? Las historias que escuchamos o leemos cuando somos niños nos forman, determinan nuestra personalidad. Nos muestran el bien y el mal, la importancia de las decisiones, los por qués de la vida, las responsabilidades, el ver por el otro, en fin.
Es preciso aclarar que la literatura infantil no es sinónimo de libros. En este tipo de literatura se incluyen las historias que escuchamos, que a través de los años perduraron hasta llegar a nuestros oídos y nosotros la seguimos contando. Esos cuentos, leyendas y todas las historias que nos acompañaron diariamente durante muchos años. Incluso, ahora las recuperamos al contarlas en la orilla de la cama o ante un grupo de niños boquiabiertos.
Gracias a la literatura infantil el proceso de escritura en los adultos fluye mejor. Después de una lectura de este género se siente que todo es posible; hay menos presión y más cosas por decir. No hay seriedad, ni formalismos académicos acartonados (no quiere decir que no se cumplan con las reglas de la escritura formal). Sobre todo, no hay una evaluación evidente. Lo único que hay es la necesidad de expresar por escrito lo que se tiene y quiere decir.
Pero, ¿qué motiva tal sensación? La calidad y calidez de los textos. Así eran los cuentos clásicos de los hermanos Grimm, de Andersen, Perrault. Ahora lo son así los actuales escritos por extranjeros y mexicanos, quienes toman muy en serio a su público. No buscan “educar” a través de los libros para niños, sino compartir sus vivencias de una manera tan cercana y creíble como la vida misma.
En la presentación de la edición conmemorativa de “El libro salvaje”, Juan Villoro recordó la dedicatoria de Sain-Exupéry en su novela más conocida: “El Principito”, en la que escribió que todos los adultos fueron niños pero la mayoría lo había olvidado. Por ello Villoro se propuso recuperar la infancia a voluntad en este y otros libros infantiles.
En aquella ocasión, ante el público reunido en la XXXV Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, Villoro reconoció que el público infantil tiene una gran exigencia lógica que debe combinarse con una amplia riqueza imaginativa. Además de decir que otro gran reto es hacer que los personajes merezcan la dicha de los finales felices, aseguró que la literatura infantil es una rama de la filosofía por las dudas que incentiva. Y son esas dudas las que nos hacen conocer el mundo, crecer, creer, madurar, decidir, elegir.
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